Fogwill o esa cínica lucidez
octubre 30th, 2011 ·
Hace poco más de un año Rodolfo Enrique Fogwill, que por entonces era para muchos el mejor escritor argentino vivo, fue desde su casa en Palermo hasta el Hospital Italiano, donde ya había estado algunas veces, y se internó. Desde ahí mantuvo algunas conversaciones telefónicas con amigos, se reunió con su familia, y pocos días después las complicaciones respiratorias derivadas de un enfisema pulmonar lo mataron. Tenía casi toda su obra publicada (salvo tres libros inéditos que son los que aparecieron hasta hoy entre sus archivos y pertenencias) y se había hecho tiempo para reeditar Los pichiciegos y Vivir afuera, y reordenar sus textos de ficción breve para publicar sus Cuentos completos. Pero a pesar de su notable obra cuentística, y de novelas centrales para la literatura argentina, al momento de su muerte Fogwill no era un escritor debidamente pensado por la crítica. Su obra había sido leída, comentada, reseñada, y existía algún que otro artículo importante que la analizaba. Pero a diferencia de Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Juan José Saer, Rodolfo Walsh (e incluso otros nombres menores), que contaron con críticos de primer nivel que iluminaron y promovieron sus trabajos (Ricardo Piglia, David Viñas, Beatriz Sarlo), la crítica literaria mantenía una deuda con Fogwill. Y todavía la mantiene.
Un año antes de su muerte, el 21 de agosto de 2010, había aparecido Fogwill: realismo y mala conciencia, de Karina Elisabeth Vázquez, donde se analizaban las novelas Vivir afuera, La experiencia sensible y En otro orden de cosas para llegar a la conclusión de que Fogwill había abierto el camino para un nuevo estilo narrativo que, en palabras de Vázquez, “se distancia tanto de la alusión como del realismo mimético practicado hasta mediados de los setenta”. Ahora aparece Fogwill. Literatura de provocación, una antología preparada por la Universidad Nacional de General Sarmiento a partir de las ponencias realizadas por Américo Cristófalo, Daniel Freidemberg, María Pía López, Martina López Casanova, Martín Sozzi y Gabriel Vommaro apenas un mes después de su muerte. En el libro, los autores parecen haberse puesto de acuerdo para abordar los distintos Fogwill que convivían en un mismo escritor: Cristófalo el intelectual incómodo; Freidemberg, el poeta; López Casanova, el cuentista; Sozzi, el personaje público, y Vommaro, el sociólogo. Si bien hay miradas más exaustivas que otras (“En sus poemas Fogwill hace, se permite hacer, aquello que en sus otras facetas no puede; encuentra el espacio en el que al fin puede hacer aquello que no le conviene, aquello que no le da ningún poder, que no sirve para nada”, apunta de manera sagaz Freidemberg), quizá la más interesante sea la de López, que analiza específicamente Los pichiciegos, lo que le permite llamarlo “un etnógrafo de la lengua”, y un cínico lúcido: “Fue cínico porque el cinismo es el nombre de esa incomodidad, del escepticismo que resulta de ver tras lo bello lo sórdido y tras lo prístino lo corrupto”.
Todos los ensayos del libro resultan, de alguna manera, complementarios, y funcionan como un primer acercamiento analítico global a la obra de Fogwill. Y mientras los lectores esperan la edición de sus libros inéditos, tal vez haya llegado el momento de que la maquinaria crítica se decida a abordar su legado literario. Un corpus que, lejos de lo que opinan unos pocos escépticos, ya es parte fundamental de la literatura argentina del siglo XX.
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
Un año antes de su muerte, el 21 de agosto de 2010, había aparecido Fogwill: realismo y mala conciencia, de Karina Elisabeth Vázquez, donde se analizaban las novelas Vivir afuera, La experiencia sensible y En otro orden de cosas para llegar a la conclusión de que Fogwill había abierto el camino para un nuevo estilo narrativo que, en palabras de Vázquez, “se distancia tanto de la alusión como del realismo mimético practicado hasta mediados de los setenta”. Ahora aparece Fogwill. Literatura de provocación, una antología preparada por la Universidad Nacional de General Sarmiento a partir de las ponencias realizadas por Américo Cristófalo, Daniel Freidemberg, María Pía López, Martina López Casanova, Martín Sozzi y Gabriel Vommaro apenas un mes después de su muerte. En el libro, los autores parecen haberse puesto de acuerdo para abordar los distintos Fogwill que convivían en un mismo escritor: Cristófalo el intelectual incómodo; Freidemberg, el poeta; López Casanova, el cuentista; Sozzi, el personaje público, y Vommaro, el sociólogo. Si bien hay miradas más exaustivas que otras (“En sus poemas Fogwill hace, se permite hacer, aquello que en sus otras facetas no puede; encuentra el espacio en el que al fin puede hacer aquello que no le conviene, aquello que no le da ningún poder, que no sirve para nada”, apunta de manera sagaz Freidemberg), quizá la más interesante sea la de López, que analiza específicamente Los pichiciegos, lo que le permite llamarlo “un etnógrafo de la lengua”, y un cínico lúcido: “Fue cínico porque el cinismo es el nombre de esa incomodidad, del escepticismo que resulta de ver tras lo bello lo sórdido y tras lo prístino lo corrupto”.
Todos los ensayos del libro resultan, de alguna manera, complementarios, y funcionan como un primer acercamiento analítico global a la obra de Fogwill. Y mientras los lectores esperan la edición de sus libros inéditos, tal vez haya llegado el momento de que la maquinaria crítica se decida a abordar su legado literario. Un corpus que, lejos de lo que opinan unos pocos escépticos, ya es parte fundamental de la literatura argentina del siglo XX.
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).